Cada uno entiende la felicidad de diferentes formas. Para unos, la felicidad es tener mucho dinero para comprarse todos los caprichos que desea, para otros es tener salud, para otros tener amor, para otros tener una familia numerosa, etc. Sin embargo, lo que todas estas formas de felicidad tienen en común es el concepto, el concepto de sonreír cada día y disfrutar de la vida sin importar la forma en que seamos felices.
En la felicidad influyen directamente los pensamientos. Existen diferentes clasificaciones de pensamientos, sin embargo, vamos a centrarnos en una muy sencilla y clarificadora.
Diferenciamos los pensamientos en 4: los necesarios, los positivos, los inútiles y los negativos. Los necesarios son los que tenemos en el día a día como “¿qué desayuno hoy?” “¿qué hago después del trabajo”. Los positivos son los que nos ayudan a salir de situaciones difíciles. Esto no significa que dejemos de ver con claridad sino que somos capaces de ver la “mejor cara” de lo que nos ha sucedido. Por otro lado están los pensamientos inútiles, éstos no son ni constructivos ni negativos, aunque es cierto que aminoran nuestras fuerzas si son continuos.
Además, tienen la característica de que son pensamientos del pasado y del futuro pero no se centran en el presente. Por ejemplo “¿por qué no lo hice…? ¿Qué haré cuando…?”. Y por último están los pensamientos negativos. Éstos son los más perjudiciales, tanto para nosotros mismos como para la gente que nos rodea. Estos pensamientos se basan en el rencor, la ira, celos, insatisfacciones… y son nuestros mayores saboteadores.
Otra clasificación de pensamientos.
En muchas ocasiones a lo largo del día nos cuenta sonreír, ser positivos y mirar las cosas con optimismo pues pensamos que son circunstancias externas a nosotros las que nos hacen sentir malestar y no podemos hacer nada contra ellas. Pues bien, la realidad es que sí que depende de nosotros y podemos actuar frente a esas circunstancias.
Veamos un ejemplo: El jefe de Ana le ha dicho que el informe que le remitió no estaba correcto, ni en el formato ni en los contenidos. El tono que emplea su jefe es normal, en ningún momento eleva la voz. Opciones que tiene Ana (entre otras):
– Opción 1: Decirse “me ha jorobado el día” “no le soporto” “siempre está igual” “me regaña educadamente y no me dice cómo hacerlo bien”
– Opción 2: Preguntarse “¿por qué me dirá que está incorrecto el informe?” “¿cómo lo puedo mejorar para la próxima?” “quiero aprender a hacerlo mejor” “voy a preguntarle cómo lo quiere”
– Opción 3: Decirse “esto ha sido el empujón que necesitaba para hacer lo que yo realmente quiero” “quiero salir de aquí y hacer otras cosas diferentes que sí que me gusten y con las que disfrute”
¿Qué opción tomarías tú si fueras Ana? ¿Qué opción sueles tomar cuando te sucede algo parecido?
La primera opción es la que muchos de nosotros escogeríamos. Sin embargo, que te parece si a partir de ahora optas por opciones como la 2 o la 3. Nosotros somos quienes tenemos la llave de nuestros estados de ánimo. Pensar en positivo, mirando así las cosas desde un punto de vista optimista es una de las mejores claves para afrontar del día a día y ser feliz. Cada cosa que nos suceda, verla con otros ojos, desde la perspectiva del aprendizaje y del “¿qué parte positiva tiene esto?” “¿qué puedo aprender?”, empleando los pensamientos positivos. Es normal que haya cosas que de primeras te enfaden, pero una vez pasados los primeros momentos, puedes relajarte y pensar desde este otro punto de vista, poniendo el foco en lo “bueno” o “positivo” de lo que te ha sucedido.
Te dejo esta bonita frase que me envió una amiga y guardé en mi cajón de perlas:
Cristina González Manzano
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